La chica descalza
Cada persona tiene su propia visión de las cosas. Y al decir “cosas”, recurro a la vaguedad de nombrar así cualquier elemento, aunque no sea material: los deseos, los sentimientos, los sueños, los sentidos y todo aquello que pueda pasar por la mente de cada uno.
Contar con festivales de cine es maravilloso, porque estimulan la creación de piezas en las que cada cual aporta su propia perspectiva.
Creo, además, que el BDSM ofrece un universo lo suficientemente amplio como para dejar volar la imaginación y, bajo esta excusa, descubrir obras muy diferentes entre sí.
A veces recurro a anécdotas de mi vida para ilustrar lo distintos que somos y fomentar la apertura de mente en los individuos.
Un día, por ejemplo, caminaba descalza por un descampado, sobre unos cascotes, completamente vestida. Eran cerca de las siete de la mañana y no había nadie alrededor. De pronto se me acercó un joven —de estética alternativa, además— gritando y censurando lo que veían sus ojos. Según él, estaba haciendo algo obsceno que podía resultar ofensivo si lo veía un niño.
Tras una charla tranquila, me confesó que era fetichista de los pies y que le resultaba muy difícil enfrentarse a la visión de una de sus fantasías eróticas hecha realidad. No lograba asimilarla como algo normal, y eso le generaba conflicto.
Por todo esto me parece importante apoyar el BDSM Film Festival de Barcelona. Estoy encantada de formar parte activa en ciertos aspectos del festival: para dar a conocer nuevas piezas visuales, incentivar la creación, acercar prácticas quizá desconocidas y normalizar muchas otras.